Etapa 3. Gurué

Camino en chapa a Gurué. No se conoce Mozambique si no se viaja en chapa. Las chapas son furgonetas donde todo entra. Moverse en chapa es la forma más económica y, posiblemente, la más razonable. Son furgonetas, normalmente cerradas, pero también las hay de caja abierta, y es la forma de transporte por excelencia en todo el país. No hay hora de salida, aunque conviene llegar pronto para conseguir buen sitio. Sirve para trayectos cortos, largos (muy largos en Mozambique), para llevar invitados a una boda... La capacidad es mucho mayor de la que podamos imaginar y todo puede viajar en ella, desde animales hasta sacos o una antena parabólica. Si se paga por ello, se viaja. Todo entra. Todo viaja. Las paradas también son impredicibles. Si hay gente, hay parada. Y si no hay viajeros, se buscan. Es, sin lugar a dudas, toda una experiencia... También aquí, por supuesto, se percibe el Mozambique auténtico.

Mis compañeros de viaje de camino a Gurué

Madrugo mucho. Como decía, conviene llegar pronto, pero la chapa no saldrá hasta que esté llena. Me harto de paciencia y estoy casi dos horas esperando a que salga. Me entretengo mirando todo el trasiego, aunque por momentos, entre la hora que es y la música atronadora, me traslado a una discoteca.

¿Una chapa? ¿Una discoteca? En cualquier caso, no veo la hora de partir

Llegué a las 5 horas y son casi las siete de la mañana. Todo el mundo me pregunta de donde soy. Todos me preguntan por Europa. Y, sobre todo, por Portugal. La mayoría tienen algún familiar o conocido que está por tierras portuguesas. A todos les gusta el fútbol, y me preguntan por el Real Madrid y el Barça, saben más que yo de esos equipos, aunque tampoco es difícil. Por fin, salimos. En la chapa no entra ni un alfiler. Pienso en todo lo que madrugué y al final estoy con medio culo fuera del asiento y los brazos los tengo que sacar por la ventanilla... Bueno, me propongo a disfrutar de la experiencia.

Pensaba que ya iba llena, pero aún entraría más gente durante el trayecto

Me esperan 350 kilómetros por delante. Un cambio de chapa. Y más de siete horas de viaje. Las carreteras por aquí no son como en el sur del país. Hay que armarse de paciencia, pero yo lo estoy disfrutando. Los paisajes son una maravilla. Y me propongo gozar de todo lo que depare el camino.

Todos miran al blanco. En esta foto, niños en el patio de un colegio. La profesora (pantalón rojo) acaba de apearse de mi chapa

Pasamos por multitud de pueblos. En todos hay vida, gente de un lado para otro. Muchos niños. Voces, gritos, gallinas, animales... Las viviendas, todas humildes. Muchos colegios. Más y más mercados. Disfruto de todo lo que ven mis ojos. Todos me saludan cuando me asomo por la ventanilla.

No puedo dejar de asomar la cabeza por la ventanilla. Disfruto de todo lo que veo

Cambiamos de chapa. La gente sigue subiendo y bajando. Nuevos compañeros de viaje. Llevo ya unas horas de viaje y el cansancio aparece. Pregunto cuanto queda. Y todos se ríen. No lo entiendo. Efectivamente, es mi primer viaje en chapa... y después aprendería que nunca se sabe  la hora a la que se llega. En realidad, nadie lo sabe.

Cambio de chapa. No sólo viajamos personas en ella... ¡todo entra!

Llegada a Gurué. Después de siete horas llegamos a Gurué. Por momentos pensé que nunca llegaría, pero al final estoy en esta ciudad. Al igual que Quelimane, está situada en la provincia de Zambézia. Y es conocida por sus campos de té y por ser el pulmón verde de Mozambique.

Llegando a Gurué, ya entiendo porque le llaman el pulmón verde de Mozambique

Cuando mis piernas tocan suelo, no me lo creo. Me despido de todos mis compañeros de viaje y les deseo las mayores de la suertes. Me dirijo rapidamente a mi hotel, la Pensão Gurué. En la ciudad no hay mucha oferta. Sin duda, el alojamiento ha pasado por mejores épocas. No busco lujos, ni me gustan. Así que me conformo. Estaré dos noches allí. Me ducho, descanso y salgo a conocer la ciudad. De nuevo, más y más gente. El pueblo me parece un mercado gigante. En todos lados, se están vendiendo cosas.

Gurué es una ciudad con una enorme actividad

Como siempre digo, en los mercados, no solo hay que ver, si no que también comprar. Y aquí, en esta parte del planeta, he probado las bananas más sabrosas que nunca haya comido.

Mi vendedora favorita de bananas en Gurué

En Gurué, todos me miran, hasta ahora no me he cruzado con ningún blanco. Parece que en este pueblo todo el mundo se conoce. Está claro que allí yo era el extraño. Prosigo con mi paseo, y me encuentro con otra de mis debilidades, un antiguo cine. Está abierto. Su encargado, como me había pasado con el Scala en Maputo, se ofrece amablemente a enseñarmelo por dentro. ¡Qué personas más amables!, vuelvo a pensar. Y cuántas veces lo pensaría a lo largo de mi viaje.

La mayoría de las películas que se proyectaban eran de acción y del Bollywood indio

Me quedaría más tiempo contemplando la belleza del cine, pero decido retirarme. Mañana, de nuevo, toca madrugar. En África siempre hay que madrugar. Me paso por la cafetería del hotel Monte Verde a cenar algo y me dirijo a mi habitación a dormir.

Me despido del día paseando por las muy transitadas calles de Gurué

Campos de té en Gurué. A las seis en punto de la mañana ya me está esperando Nelson, que será mi guía para visitar los campos de té de Gurué, uno de mis principales motivos para viajar hasta esta ciudad del recóndito interior de Mozambique. Haremos una caminata de unas cinco o seis horas. Me comenta Nelson que salimos a esas horas porque en unas horas el calor aprieta mucho, y no se equivocaría.

Los paisajes de Gurué y de sus campos de té son posiblemente los que más me impresionaron de todo mi viaje

Después de mi viaje y de haber llegado de Mozambique, mucha gente me pregunta que fue lo que más me gustó del país. Siempre suelo decir que su gente, y que me resulta muy difícil escoger una cosa u otra o quedarme con algo en concreto, pero si tuviera que elegir creo que lo que más me impresionó es lo que vería esa mañana con Nelson. Los paisajes y la vida de los campesinos en prácticamente zonas aisladas de selva me los llevaré para siempre en mi retina.

Comenzamos a subir hacia la montaña. A pesar de la hora, el movimiento en la ciudad ya es frenético, como lo que había vivido el día anterior. Nelson me cuenta que se va a casar en unos días, motivo por el que está muy contento. Me va contando cosas de su vida y, para mi sorpresa, aún está estudiando, pero se muere de ganas por casarse. Por el camino nos cruzamos con muchos niños, la mayoría se dirigían a la escuela.

Muchos niños por el camino. Todos me saludan: "Hello"

Llegamos al río Licongo. A Nelson lo saluda todo el mundo y a mí me mira todo el mundo también. Me sobrecoge el paisaje. Comienzo a divisar las primeras plantaciones de té. A las orillas del río, multitud de mujeres preparando alimentos o lavando la ropa. Al fondo, el monte Namuli, la segunda montaña más alta de Mozambique. No sé ni a adónde mirar. Todo me parece de una belleza sobrecogedora.

Mujeres trabajando a orillas de río Licongo

Nelson me cuenta más del modo de vida de la etnia makua, que es mayoría en esta zona. De sus creencias y costumbres. Así, consideran el monte Namuli como una montaña sagrada, ya que de allí es la Gran Madre, que es la originaria de la humanidad. Mientras me lo cuenta pienso que la Gran Madre escogió muy buen sitio para nacer.

El sol comenzaba a apretar con fuerza y ayudaba a admirar aún más el paisaje de los campos de té

Estas plantaciones de té son un motor económico muy importante para esta región. Son muchos los recolectores que trabajan aquí. Por el camino nos cruzaríamos con muchos, la mayoría hombres. Me imagino lo cansado que tiene que ser, ya que el trabajo es totalmente manual. Pienso que nada o poco habrá cambiado en siglos al verlos con sus cestas colgadas a los hombros.

La recolección de las hojas de té es un trabajo completamente manual

Nos dirigimos hacia la cascada. El paisaje es abrumador. El silencio solo es interrumpido por las aves. Ahora entiendo porque esto es el pulmón verde de Mozambique.

En lo alto de la cascada de nuevo contemplo toda esta belleza. Nelson me dice que es buen momento para descansar y comer algo antes de continuar. Pero yo prefiero ver todo este regalo de la naturaleza, ahí ya sabía que nunca podría olvidarme de estos paisajes.

Llegar a la cascada no es fácil, pero merece la pena por su belleza y las vistas

Poco a poco descendemos de nuevo. No nos cruzamos con muchas personas, pero con la poca que lo hacemos, todas ellas nos sonríen. Muchos quieren fotos, otros probar mis gafas de sol y algunos también me piden cigarros. Cuando les digo que no tengo, que no soy fumador, me dan las gracias igualmente.

Por el camino nos encontramos a población local que no dejan de saludarnos y seguirnos en todo momento

Ahora sí toca reponer fuerzas. Ya solo nos queda ir descendiendo poco a poco. Pasaron las horas y para mí fueron como minutos. Mis retinas aún guardan todos esos paisajes. La belleza de este lugar está fuera de toda duda y ha sido una de mis grandes experiencias en Mozambique.

Mi caminata por Gurué fue adentrarme en lo más profundo de Mozambique

Despedida de Gurué. Le doy las gracias a Nelson por esnseñarme este bello rincón de su país y le deseo lo mejor en su futuro matrimonio. Despues de pasar por la pensión y descansar, y aún sobrecogido por todo lo vivido esa mañana, me dispongo a dar un último paseo por esta ciudad, tan bulliciosa y alegre como siempre. Estar en cualquier calle de este pueblo ya es, de por sí, todo un espectáculo. Veo que del cine salen muchos jóvenes, muchísimos. Me alegro que un cine en este sitio remoto tenga tan buena acogida. Antes de irme a dormir, paso por el puesto de mi vendedora favorita y compro unos plátanos. Mañana será otro día de viaje largo en chapa. Me voy hasta Cuamba. Pero eso será mañana. Hoy, me voy a dormir con todos estos paisajes y vivencias en mi cabeza. Definitivamente, ha sido todo un acierto conocer Gurué.

Últimas horas en esta mágica y preciosa ciudad, Gurué