Etapa 5. Ilha de Moçambique

Todo comenzó en Ilha. Llego a Nampula, después del viaje en tren desde Cuamba. Nampula es la tercera ciudad de Mozambique y la más importante del norte del país. Y aunque tiene fama de ser una ciudad peligrosa, no lo pude comprobar porque solo pasaría esa noche, para al día siguiente irme directamente a Ilha de Moçambique, mi próximo destino. Ya me quedan menos días y quiero aprovechar al máximo. Después de tantos y tantos kilómetros en chapa y en tren, decido contratar un transfer directo en el propio hotel. Las carreteras por esta zona están en bastante buen estado y tardaré poco en llegar. A pesar de agradecer las comodidades de viajar en un buen coche y por carreteras que desde mis primeros días de viaje, en Maputo, no veía, echo de menos esos tortuosos e interminables viajes en chapa. Pienso que este trayecto no debería formar parte de mi viaje mochilero, pero el cansancio me puede... en cuanto me doy cuenta, ya estoy atravesando el puente para acceder a Ilha.

En Ilha de Moçambique estoy otros tres días inolvidables

Mi primer destino será el hotel para los próximos tres días. O Escondidinho me resulta un alojamiento de lo más acogedor. Regentado por un francés, el hotel está en un antiguo edificio colonial, restaurado, pero que conserva todo el encanto del pasado. Además, tiene una piscina y un restaurante, que serán las dos cosas que primero estrenaré.

O Escondidinho, situado en un bello edificio colonial, sería mi hotel en Ilha de Moçambique

Después de un baño refrescante en la piscina rodeado de una exuberante vegetación, disfruto de una langosta en el restaurante. No será la primera ni la última, ya que en Ilha las langostas están por todas partes. Y a un precio más que asequible. Y de un sabor, claro está, increíble.

Langostas y más langostas en Ilha de Moçambique

A mi llegada al hotel se me había presentado un joven, casi niño. Se llama Julinho y ofrece sus servicios de guía para que pueda conocer mejor Ilha de Moçambique. Me parece muy biuena idea y me convence por su exquisita educación y sonrisa. Quedaría con él para el día siguiente. Después de un descanso en mi habitación, salgo a dar mi primer paseo. 

En Ilha todo el mundo sonríe y todos quieren sacarse una fotografía

Llama la atención la fuerza que tiene aquí el mar y el agua. Lógicamente es una isla y es algo obvio, pero aquí la pesca, por ejemplo, es uno de los principales motores de vida de sus habitantes. No solo en Ilha la pesca es el principal sustento y medio de vida, ya que en todo Mozambique también lo es para muchas comunidades y poblaciones del país.

Con permiso del turismo, la pesca es el principal motor económico de los habitantes de Ilha de Moçambique

Prosigo mi paseo. Solo me basta dar unos pasos más para pronto darme cuenta de más contrastes. En Ilha, en una misma calle, se puede escuchar como se llama a la oración en una mezquita, ver a unos jóvenes orando en una iglesia católica o asistir a una ceremonia en un templo hindú, de los pocos que hay en el país. Increíble -de nuevo- el contraste.

Musulmanes, hindús, católicos... viven y conviven en Ilha en perfecta armonía

El cristianismo en Mozambique es practicado por el 30 % de la población, principalmente en el sur del país. Los musulmanes, sunitas en su mayoría, son el 20 % y es la opción mayoritaria en el norte del país. Aún así, la mayoría de la población practica el animismo y cree en las tradiciones más ancestrales. Las prácticas de ocultismo son habituales y las consultas de los brujos locales tienen más gente que las consultas médicas.

Mientras contemplo estas escenas y pienso en todas estas reflexiones, poco a poco, el sol va cayendo... de nuevo, viene a mis pensamientos lo pronto que anochece en este rincón del planeta. En Ilha, el sol se funde con el mar y, de nuevo, contemplar aquí una puesta de sol es todo un placer. No se me ocurre mejor forma de terminar el día.

Las puestas de sol en Ilha son de una belleza indescriptible, imposible resumirlas en una fotografía

Mi segundo día en Ilha. Después de un copioso desayuno me dirijo hacia la entrada del hotel. Allí puntualmente me está esperando Julinho. Voy a conocer de primera mano la ciudad de Ilha. Con más de 500 años de historia, sorprende por su majestuosa arquitectura, fruto de distintos legados y épocas. Es fácil imaginar su pasado glorioso, hasta que en 1898 dejó de ser la capital de Mozambique, a favor de Maputo (entonces Lourenço Marques). Supo, muy pronto, hacerse con el control de las rutas comerciales, hasta que en 1498 desembarca Vasco da Gama, quedando bajo la dominación portuguesa. De esa época datan edificios, aún hoy en día en pie, como la Capela de Santo António, la Fortaleza de São Sebastião o la Capela da Nossa Senhora do Baluarte, conocida como el primer templo religioso de la isla y construida en 1522. En la actualidad, Ilha de Moçambique conserva todo el hechizo del pasado... embarcaciones tradicionales en aguas color turquesa, niños correteando por sus calles, voces de los cánticos de las iglesias católicas compitiendo con la del almuédano llamando a la oración y, todo ello, en sus dos ciudades principales, que hacen mención al propio material de sus edificaciones: la ciudad de Pedra e Sal y la de Macúti (barro y paja)... toda una referencia, ya de por sí, del marcado contraste de Ilha de Moçambique... unos contrastes que encajan a la perfección.

Conocer Ilha es también conocer la historia de Mozambique

Museo de la Ciudad, la Fortaleza, la Capilla de Santo António, el Baluarte... son solo algunas de las visitas que hacemos. Julinho me cuenta que a pesar de estar rodeados de mar, hasta hace poco dependían de los pozos para suministrar de agua a la población, como el inmenso que aún visitamos en la Fortaleza.

Julinho cantando en el antiguo pozo, hoy en desuso, de la Fortaleza de Ilha de Moçambique

Seguimos con nuestra visita por la ciudad. Nos paramos delante de una iglesia, unos cánticos que en realidad son rezos, llaman mi atención. ¡Qué manera tan distinta (y bonita) de orar! Hasta en eso me gusta Mozambique.

Llamativas oraciones en una iglesia de Ilha de Moçambique

Julinho me cuenta que él y su familia son musulmanes, pero son totalmente respetuosos con todas las creencias y credos. Después de estas reflexiones, nos dirigimos a comer. Julinho me lleva hasta la Saguina, un modesto pero acogedor restaurante, que está prácticamente en la playa... todo un lujo comer con los pies en la arena.

El Saguina es un restaurante que está prácticamente en la playa

Probamos una de las comidas típicas de Ilha: la matapa de siri-siri, un plato local a base de anacardos (Mozambique es el mayor exportador del mundo de este fruto), leche de coco y algas. La peculiaridad de este plato es que en el resto del país las algas se sustituyen por hojas de yuca. Aquí, el aroma de las algas le confiere su sabor tan característico e isleño.

Matapa de siri-siri, a base de anacardos, leche de coco y algas

Después de la comida, damos un pequeño paseo. Julinho me cuenta sus intenciones de ir a estudiar Economía a Maputo. Sé que está poniendo todo de su parte y estoy seguro de que lo conseguirá. Me despido de él con estos deseos y le agradezco enormemente su amabilidad y buena disposición. Llego al hotel, me relajo un poco, tomo un baño en la piscina y doy un pequeño paseo por los alrededores del hotel. Me gusta la tranquilidad y la calma que transmite esta ciudad, el aire colonial se respira por todos lados. Sin duda, es una ciudad muy distinta a todo lo que he visto hasta ahora.

No me olvido del día anterior, cuando la puesta de sol me sorprendió en mi paseo por la isla. De nuevo, quiero ver como el sol se funde con el mar en Ilha. Acompañado con una Manica (otra marca de cerveja mozambiqueña). No necesito nada más.

Una Manica, el Océano Índico y la Ilha de Moçambique, buena combinación para ver la puesta de sol

Por la tarde, Julinho me había hablado de un concierto que se celebraba esa noche. Me parece que no es mala idea pasarme por él. Después de tantos días por el norte, ya echo de menos algo de actividad cultural y recuerdo cuando, en mis primeros días en Maputo, fui a conciertos todas las noches. Disfruto del animado concierto con un público entusiasta. Me gusta ver este tipo de iniciativas tan lejos de mi entorno y de mi cultura. Ahora ya toca ir a dormir. Mañana sería mi último día en Ilha de Moçambique.

Últimas horas en Ilha. Creo que es mi primer día, de muchos, que al despertarme no tengo planes. Me gusta la idea. E Ilha es el mejor lugar para dejarse llevar, y empaparse de esa calma extrema de la ciudad. Contemplo escenas cotidianas, disfruto de los paisajes, de su gente... pero, sobre todo, y una vez más, de la amabilidad de este pueblo que me ha acompañado durante todo el viaje. 

Me despido de Ilha dando por seguro que la echaré de menos los próximos días

No hay tiempo para mucho más, me dirijo a Nampula, al aeropuerto. Alli cojo el avión hacia Maputo, nuevo vuelo de LAM, la compañía nacional del país. Mis próximos destinos, Vilankulo y Bazaruto, me hacen pasar de nuevo por la capital, ya que no hay conexión directa (en avión) desde Ilha. Me despido de este rincón de Mozambique con una enorme nostalgia y pensando en cuanto me gustaría volver lo antes posible.