Maputo. Tercer día
Tercer día. Entre elefantes y marrabenta
Me despierto con la misma ilusión del primer día. Pienso en los nuevos descubrimientos que me esperan en el nuevo día. Después de un buen desayuno en el hotel y compartir charla con Nuno, su propietario, me dispongo a emprender camino a la Reserva de los Elefantes.
A la reserva es conveniente acceder en un 4x4
Vamos en un cómodo todoterreno que conduce de forma impecable António.
No se me ocurre otra manera de acceder a la reserva que no sea en un vehículo de este tipo. Antes decidimos
parar por el camino para coger unas provisiones para nuestra comida.
Entramos en una panadería y conocemos de primera mano el trabajo,
totalmente artesanal, de sus trabajadores. Me voy del lugar aún con ese
olor tan maravillosos del pan recien hecho.
Nunca olvidaré el olor de ese pan recién hecho
La Reserva de Elefantes también es conocida por la Reserva Nacional de Maputo ya que se localiza a solo unos kilómetros de la capital, en el distrito de Matutuíne. Se accede muy cómodamente, a través del puente de reciente construcción en la capital, lo que permite ahorrar muchos minutos de viaje. El trayecto hasta la reserva no puede ser más cómodo, ya que todo el camino, se realiza por una carretera recién asfaltada. Nunca más volvería a ver una carretera igual en todo mi viaje, pero eso aún no lo sabía, claro. Llevaba solo cuatro días en Mozambique.
Pocas carreteras he visto así en Mozambique. Una, y no más
António ya me advierte que la reserva, a diferencia de otros parques muchos más conocidos en África -como el vecino Kruger- es auténticamente salvaje y el avistamiento de animales se hace más complicado, al no estar tan acostumbrados a los vehículos ni a la presencia humana, pero es una auténtica maravilla para el que ama la aventura de verdad. Es ahí donde precisamente encuentro el encanto. Se calcula que en la reserva hay alrededor de 500 elefantes, y se pueden avistar con cierta facilidad otros animales como el hipopótamo, jirafas, búfalos, varias especies de antílopes y mucha variedad de aves. Con un espacio de casi 800 km², la reserva sorprende también por su paisaje de lo más variado: humedales, lagos y pantanales se entremezclan con dunas o suelos arenosos, conjuntamente con una rica flora. Una de las peculiaridades de la reserva es que limita con el Oceáno Índico, así que distintas playas también forman parte de este parque nacional único y que refleja toda la esencia de Mozambique.
La reserva de Maputo tiene una extensiñon de casi 800 kilómetros cuadrados
Llegó la hora de comer y nada mejor que improvisar un buen picnic
En Mozambique hay muchas reservas, todas ellas muy castigadas por la guerra civil del país (1977-1992), pero poco a poco se están recupenado y reintroduciendo las especies en su hábitat. Y, sin duda, la reserva de Elefantes merece la pena una visita, sobre todo si se está en Maputo, por su cercanía y fácil acceso.
Llegamos de vuelta a Maputo. Le doy las gracias a António y me despido con un "até a próxima". Me dirijo a descansar al hotel y después de saludar a su amable personal, decido tumbarme un poco, no sin antes desplegar mosquitera y rociarme de antimosquitos. La presencia del mosquito Anopheles y el temor a la malaria siempre los tengo presente. Sin llegar a obsesionarse, por supuesto, pero es algo que el viajero debe tener siempre presente.
Esa noche tengo planes para ir a un concierto de marrabenta, la música nacional de Mozambique, en la Fundação Fernando Leite Couto. Pero antes decido dar una vuelta para hacer tiempo por el centro de Maputo. Conozco el emblemático edificio de Radio Moçambique, que me impresiona por su arquitectura racionalista. Y desde allí, llego a la Casa de Ferro, uno de los monumentos más importantes de la ciudad. Se piensa que fue diseñada por Gustavo Eiffel a finales del siglo XIX. Es una estructura de chapas de hierro y resulta de lo más curiosa. En los bajos de la casa hay varias tiendas de artesanía, pero decido dejar las compras para el último día, de momento iré ligero a mi concierto de marrabenta.
La Casa de Ferro es uno de los más emblemáticos monumentos de Maputo
Pregunto como puedo llegar a la Fundação Fernando Leite Couto en machimbombo (que es como se les llama a los autobuses). No me queda otra que dirigirme a la avenida 25 de Setembro. Mientras estoy en la parada del autobús, me fijo en un viejo cine, el Teatro Scala. Siento la curiosidad de entrar. Y así hago. Tengo la suerte de toparme con el encargado, un hombre de edad avanzada, que me abre el cine para que pueda verlo. Aunque algo destartalado, sigue en funcionamiento y con el mismo encanto de un pasado, quizá más glorioso. Llega el autobús y prometo volver.
El Teatro Scala, una joya inalterable
La Fundação es un espacio moderno y actual. Tiene cafetería, tienda, terraza, sala de exposiciones y de conciertos. Me doy cuenta, una vez más, que me encantan estos lugares, y conocerlos sobre todo en esta parte del continente. Me da tiempo a tomarme algo en la cafetería y pasarme por su tienda a proveerme de algún disco de música mozambiqueña.
La música en Mozambique tiene una riqueza sin parangón. Todos los estilos tienen cabida; desde las tendencias más modernas, con influencias sudafricanas o europeas -especialmente portuguesas- hasta las más tradicionales, ligadas a la danza, como el mapiko de Cabo Delgado, el nyau en Tete o los vistosos tufos de la Ilha de Moçambique. La vida cultural está ligada a la música: no es raro ver que muchos bares o restaurantes ofrezcan música en directo a sus clientes. También son numerosos los festivales, como el de Jazz, el de la marrabenta o, posiblemente el mayor festival musical del país, Azgo, que reúne a casi un centenar de músicas y agrupaciones nacionales e internacionales en el mes de mayo. Pero, sin duda, una de las grandes protagonistas musicales es la marrabenta. Algunos autores sostienen que el término deriva del verbo portugués rebentar, debido a la energía con la que se baila. Influenciada por la música tradicional portuguesa y los ritmos de danza mozambiqueña. La magia aparece en cuanto suenan los primeros acordes. Imposible dejar de mover los pies, ya que música y baile en la marrabenta van de la mano.
Concierto de Alberto Muchecha en la Fundação Fernando Leite Couto
Comienza. Aforo completo. Mucha gente joven. El concierto es de Alberto Muchecha, nacido en la provincia de Gaza y cantante da velha guarda, con más de cuarenta años en activo. Empezamos el concierto sentados. Y terminamos todos de pie, bailando. Me sentía un mozambiqueño más, pero yo allí, en realidad, solo era el blanco que bailaba mal, claro.
De nuevo, no se me ocurre mejor despedida para otro gran día en Maputo.
Me despido del día en la cafetería del Teatro Scala