Maputo. Cuarto día
Cuarto día. Mercados y capulanas
Comienza un nuevo día y el sol, como todos los días, entra por la ventana desde muy temprano. Ya me voy acostumbrado a este nuevo ritmo. Es mi último día en Maputo, antes de emprender rumbo hacia el norte del país, así que me lo tomaré con relativa calma. Uno de mis lugares favoritos cuando viajo son los mercados. Creo que es donde se vive la esencia de un lugar. Veo a la gente en su contexto, también me permite ver los productos locales y como interactúa y se relaciona la población. Así que mi primera parada del día es en el Mercado Central. Un bello y majestuoso edificio alberga este mercado. Nada más acceder me reciben los vendedores de los más variopintos productos. Pero es ya dentro cuando recibo una auténtica explosión de color e información. Me sorprende la cantidad de frutas tropicales, admiro como el piri-piri (pequeño pimiento picante) o los anarcardos (castanha de cajú) están por todas partes y me encandila la amabilidad de la gente que atiende los puestos. A los mercados no solo hay que ir a mirar, también me gusta comprar algo y, además, eso me permite entablar conversación con los vendedores.
Propaganda política en el mercado
La capulana está muy presente en el día a día de Mozambique
Casa Elefante, una de mis tiendas favoritas de Maputo y donde me podría pasar horas
Fortaleza de Maputo y Museu das Pescas, dos nuevos lugares de visita imprescindible
Invitados de una boda, en chapa, de camino a la ceremonia
Enfrascado en estos pensamientos es cuando llego a mi destino. Primero me dirijo a la
zona del mercado propiamente dicha. Allí se escoge el pescado o
marisco, de una calidad y frescura indiscutible. Una vez comprado se
puede llevar a los puestos encargados de su limpieza y corte. Y ya solo
queda dirigirse a la zona de los restaurantes. Allí, la preparación casi
siempre sencilla, pero con éxito asegurado, y todo por un módico
precio. El resultado, una comida y experiencia, inolvidable. En todo los
procesos de compra, no está de más, regatear. A veces, muchos de los
cliente, sobre todo turistas, se quejan de lo insistentes que pueden
llegar a ser los vendedores, sobre todo, el personal de los
restaurantes. Aunque, a decir verdad, no ha sido mi caso. Al salir del
mercado, me encuentro a los invitados de la boda, junto con los novios,
aprovecho para sacarles uns fotos y darme un paseo con ellos por la
playa.
Producto fresco y más fresco en el Mercado do Peixe
Mi sorpresa no acaba ahí. Me cruzo con numerosos creyentes realizando un ritual de bautismo en el mar. Me sobrecoge la escena. Me parece de una belleza increíble. Me quedo allí un buen rato contemplando la imagen.
Me quedé horas contemplando la belleza de este lado de Maputo. Indescriptible
Sobrecoge la escena de los rituales y los bautismos en el mar
Catedral de Maputo, obra de Marcial Freitas e Costa e inaugurada en 1944
La estación de trenes de Maputo está considerada una de las más bonitas del mundo
La tranquilidad de la estación contrasta con el ajetreo y bullicio enorme que hay fuera de ella. Me parece que están allí todos los habitantes de la ciudad, salen y entran autobuses sin parar, chapas, coches y gente y más gente. Me gustan este tipo de escenas tan caóticas. Imposible olvidarme de que esto es África.
La tranquilidad de la estación contrasta con el ajetreo del exterior
Para terminar el día me dirijo, como no, a unos conciertos que me había comentado Anna (mi guía de Mafalala) en el Centro cultural Franco-Moçambicano. Así que una noche más me acerco allí para disfrutar de la música mozambiqueña, que tanto me gusta. Me sorprende la cantidad de gente que hay. Mezcla de locales y expatriados, pero todos bailando bajo el mismo ritmo. Se me pasa el tiempo rapidísimo, pero pronto tendré que poner fin a la noche: mañana me espera un vuelo hacia el norte del país. Ahí aún no lo sabía, pero comenzaría lo más emocionante y lo más auténtico de mi viaje a Mozambique.
Una noche más, acabo en el Centro Cultural Franco-Moçambicano