Etapa 6. Vilankulo

Descanso en el paraíso. Llego a la capital, Maputo, cansado y tarde. Me encamino directamente al alojamiento. De nuevo, un taxi destartalado me lleva hasta el hotel. Vivo las mismas sensaciones de hace casi quince días, cuando hice este trayecto por primera vez. ¡Qué sensaciones encontradas! Solo pasarían dos semanas desde que dejé Maputo, pero me parece toda una vida. 

Detalle del taxi que me lleva al hotel desde el aeropuerto. Samora Machel y F.C. Barcelona por partes iguales

Nuno, el propietario de la Guesthouse 1109, me vuelve a recibir con las mejores de sus sonrisas. Le cuento todas mis experiencias, y para él, que no conoce el norte del país, le fascina todo lo que le traslado. Promete que irá algún día. Renuevo mi mochila, dejo la ropa sucia y la cambio por la que se quedó en Maputo. Me relajo en mi habitación y pongo orden a mis notas, fotos y -sobre todo- mis vivencias y pensamientos. Ha llegado el momento de dormir. Mañana me espera Vilakulo.

Me despierto con todo mi ritual de días atrás en Maputo y que tanto echaba de menos. Me ducho, desayuno y y me rocío de repelente de mosquitos. No quiero saber nada de la malaria y siempre lo tengo presente. Ahora ya sí, voy hacia el aeropuerto. No deja de sorprenderme el aeropuerto de Maputo, con sus instalaciones modernas y tan funcionales. Como ya había dicho, nada que envidiar a cualquier aeropuerto de Europa. Y justo en ese momento me viene al recuerdo la terminal de Luanda, en Angola (donde hice escala de mi vuelo desde Lisboa) por sus viejas e incómodas instalaciones. El vuelo, nuevamente de LAM (Linhas aéreas de Moçambique), sale puntual.

Avión minúsculo para el vuelo regular Maputo-Vilankulo

A diferencia de mi anterior vuelo a Quelimane, en este somos la mayoría blancos. Una pequeña avioneta de apenas veinte plazas, que parece solo destinada a turistas. Me hago a la idea de que mi próximo destino va a ser muy distinto a lo vivido en el norte del país.

Casi todos, blancos. La mayoría, turistas... camino a Vilankulo

Llegamos a Vilankulo justo una hora después. En el pequeño pero internacional aeropuerto me espera el gerente del hotel Baraka Beach, mi próximo alojamiento durante las próximas dos noches. El Baraka es un hotel muy coqueto, en primera línea de mar, con construcciones tradicionales y una piscina, que yo -como siempre- agradezco. Tiene un buen restaurante y un servicio fabuloso de desayunos. Un sitio perfecto para descansar después de tantos días de viaje por el norte del país.

El Baraka, con unas muy buenas vistas al mar, fue mi alojamiento en Vilankulo

Vilankulo es un pueblo pesquero que aún conserva lo mejor de sus tradiciones, pero que en los últimos años se ha volcado en el turismo. Aún así, no ha perdido ni un ápice de su encanto. Me acomodo en el hotel, la habitación me parece muy cómoda, con inmejorables vistas al Oceáno Índico. Como siempre, lo primero que hago es disfrutar de su piscina junto con una 2M y, en este caso, acompañada de unas deliciosas chamussas y una buena salsa piri-piri. Las chamussas son unas deliciosas empanadillas con distintos rellenos, y están omnipresentes en cualquier rincón de Mozambique.

Contemplando el mar, degustando unas deliciosas chamussas con piri-piri

Me doy cuenta que estoy en el sitio ideal. Justo enfrente tengo todo un espectáculo a mi vista. Es media tarde ya. Los hombres llegan en las embarcaciones con la pesca del día. En la orilla, están esperando las mujeres (y algún niño) para la subasta. Y yo, como testigo excepcional de todo esto. Disfruto de toda esa energía... ¡Esto es vida!, pienso. ¡Esto es África!

Llegan los hombres con las capturas. Las mujeres comienzan la subasta en la orilla. Todo un espectáculo

Es curioso, porque en Mozambique (en general, en África) las playas son muy distintas a lo que estamos acostumbrados... nadie toma el sol en ellas. Es lugar de trabajo, normalmente y, claro está, de vida. Recordando esto, me encuentro a jóvenes vendiendo recuerdos a los pocos turistas que hay a esas horas. Sin duda, un lugar de vida y trabajo.

La playa es vida y trabajo en Vilankulo

Me pasan las horas contemplando estas escenas. Me doy cuenta que me queda lo justo para conocer un poco mejor la ciudad. Me salgo un poco de la zona turística y Vilankulo me resulta de lo más agradable. El ajetreo no es el mismo que yo mismo había vivido en el norte del país, ni tan siquiera como Maputo... se percibe que es una ciudad apenas industrial o comercial y que depende en su mayoría del sector servicios y del turismo, pero el ambiente es fantástico.

Vilankulo, a pesar del turismo, conserva todo el encanto de cualquier ciudad de Mozambique

Me encanta cuando me mezclo en los lugares de verdad. Y este pueblo tiene todo el encanto intacto con una vida muy activa. A diferencia de zonas del norte, en Vilankulos veo más riqueza. Lo agradezco muchísimo y termino el día cenando en un restaurante popular, degustando un buen frango (pollo) con el ambiente del hombre del tiempo anunciando borrascas, temporales y tifones. No me asusto, por aquí es habitual... me dice la camarera.

Como para no asustarse con la que viene encima...

Llego a mi hotel, antes de ir a dormir... me relajo tomando agua de coco... no hay nada más refrescante y natural que el coco... cojo fuerzas gracias a la amabilidad de mis anfitriones, que lo cogen directamente del árbol y me lo ofrecen.

Agua de coco, recién cogido del árbol, para terminar el día de manera refrescante

Ya es hora de irme a descansar y relajarme. Mañana me espera otro de los paraísos del país, el archipiélago de Bazaruto, uno de los mayores parques nacionales marítimos de África y el mayor del Océano Índico.

La vida en Vilankulo está ligada al mar y a la pesca