¿Por qué Mozambique?

Lisboa. Año 2004. Decir que para un europeo un viaje a Mozambique comienza, en realidad, en Lisboa no es sorprendente, ya que todos sabemos de las relaciones naturales, históricas y actuales de Portugal con el país africano, del que fue colonia hasta 1975. Lo cierto es que este viaje comenzó hace años, sin yo saberlo. Fue en 2004, cuando estudiando en Lisboa aprendí a mirar a África desde la lusofonía. Mi primer contacto con Mozambique fue en la Universidade de Lisboa. En los edificios anexos a mi Faculdade de Letras. Era donde cada día mujeres, de raíces africanas, acudían -por entonces- para buscar trabajo o arranjar papéis. Por lo tanto, mi acercamiento a Mozambique fue a través de la numerosa colonia de mozambiqueños de Lisboa, de sus mujeres (después sabría de la fuerza y singularidad de la mujer mozambiqueña y, en general, de la africana). En aquella época, todo era objeto de mi curiosidad: su forma de relacionarse, sus vestimentas, sus lenguas... para mí, todo nuevo. Una poderosa imagen, suficiente para llamar mi atención.

Vuelvo a Lisboa año tras año, percibo sus cambios en tan poco tiempo, debido fundamentalmente al boom turístico e inmobiliario, no sé si buenos o malos, no sé si me gustan o no... pero una cosa permanece inalterable... la huella de Mozambique en la ciudad y en el país. Conocí Lisboa antes de estar en Mozambique, la conocí viajando a Mozambique y la reconocí después de viajar al país africano... sin lugar a dudas, Lisboa no solo es la ciudad más mozambiqueña fuera de sus fronteras... Sino que también es la ciudad más africana de Europa. Y el comienzo de este viaje.


Santiago de Compostela. Año 2018. Un día del mes de julio de las Festas do Apóstolo, siento la llamada de ir a un concierto, un grupo de Mozambique, desconocido en ese momento para mí. Timbila Muzimba, con más de veinte años de trayectoria. Su nombre coge prestada la denominación del instrumento más popular del país, la timbila, una suerte de xilófono de madera y que es bien inmaterial del patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO. Su sonido es característico y traslada automáticamente a Mozambique. La plaza entera bailaba al ritmo de este instrumento. Imposible no hacerlo. Ahí, en ese momento, sentí la llamada, si así se puede decir. Tenía que conocer el país. Tenía que viajar a Mozambique. Tenía que conocer en primera persona todo lo que hasta ese momento había percibido, había sentido... Su gente, su música, su amabilidad, su gastronomía... ¿todo esto sería igual, a casi ocho mil kilómetros de distancia? ¿o sería fruto de mi imaginación y ahí quedaría mi aventura?

Mozambique, por fin. Abril 2019. Habían pasado casi nueve meses desde aquel concierto, desde aquella conversación también con Tinoca Zimba, la cantante y bailarina líder del grupo, en la Praza da Quintana de Santiago. Y nueve meses también con los billetes de avión, comprados al día siguiente del concierto. Era la resaca que me había dejado el concierto. Desde el momento que el avión aterrizó en Maputo, sentí el calor de Mozambique, no solo por los más de 40º que el termómetro del aeropuerto marcaba, sino más bien por ese calor que me acompañaría en todo el viaje. En todas las ciudades, en todos los pueblos, en todas las carreteras... el calor del recibimiento, de la hospitalidad y del cariño de un pueblo único. Mozambique tiene lo más grande, tiene a su gente. Ahora, aquí, a tantos kilómetros de distancia me viene a mi mente aquel termómetro... estoy seguro que seguirá intacto. Y con el deseo de volver a comprobarlo, de volverlo a ver con mis propios ojos. Até já, Moçambique!