Etapa 4. Cuamba

Cuamba está muy lejos. Salgo de Gurué muy temprano. Ya me he acostumbrado. Madrugar se ha convertido en un rutina más en mi viaje por Mozambique. Acudo a la parada de las chapas, nuevamente a las cinco de la mañana. Sé que me tocará esperar hasta que salga, que es lo mismo que decir que hasta que se llene. Está vez son solo 140 kilómetros. Lo que no conocía aún a esas horas era la carretera por la que ibamos a transitar. Tardaría tanto en llegar como en mi anterior trayecto, de Quelimane a Gurué, de más del doble de kilómetros. El motivo: el estado de la carretera. Esto es el norte de Mozambique. Y, además, estamos justo despues de la época de lluvias. En muchos momentos, pensé que no llegaríamos o que no podríamos continuar el trayecto. O que ese tramo de carretera sería intransitable. Pero al final, y despues de siete horas, llegamos.

Por momentos pensé que nunca llegaría a Cuamba. La carretera estaba prácticamente intransitable

Realmente en este viaje, me pongo a prueba. La chapa, nuevamente hasta los topes, está en peores condiciones que la anterior. La carretera, la verdad, nunca pensaría que pudiese ser transitable. Por momentos, sentí realmente miedo. Vi más de un accidente. Supongo que esto forma parte de África y del encanto y, definitivamente, me gusta.

Carretera de Gurué a Cuamba, no apta para conductores no experimentados

Una y otra vez bendigo la idea de no haber alquilado ningún coche. No me imagino yo conduciendo por estas carreteras. Calculo que, por momentos, no pasábamos de los 10 kilómetros por hora. Aquí el objetivo era sortear los baches y seguir avanzando. Y sobrevivir.

Descanso de nuestra chapa en mitad de la nada

Pero el encanto siempre está ahí. Siempre que puedo (y siempre que encuentre un hueco) asomo mi cabeza por la ventanilla. Me admira nuevamente el paisaje. Me doy cuenta de la importancia de las carreteras para estos pueblos y sus habitantes. La vida gira alrededor de ellas. La gente transita por ellas. Llevan todo tipo de bultos y mercancías de un pueblo a otro. La carretera es vida.

La vida gira alrededor de la carretera

Después de siete horas, por fin llegamos a mi destino. Cuamba es la principal ciudad de la provincia de Niassa. Aún así, no es muy grande en tamaño. Llego a Cuamba porque allí quiero coger el tren hacia Nampula. Me han hablado mucho de ese viaje. Quiero vivir la experiencia de ir en este medio de transporte y cruzar Mozambique desde el interior hacia la costa. Llego realmente cansado. Así que antes de conocer un poco la ciudad tengo que encontrar hotel e ir a la estación de tren para sacar el billete para el día siguiente. Mi primer susto llega cuando compruebo que no hay plazas hoteleras en la ciudad. No hay mucha oferta y de la poca que hay, está todo ocupado. Es normal. Mañana sale el tren. La región depende de este tren. Hace años había uno diario, pero la compañía decidió hace un tiempo priorizar el transporte de mercancías y en la actualidad solo hay dos trayectos a la semana. Por lo que entro en pánico. En uno de los hoteles me dan la opción de ir a una casa particular. No me lo pienso. Queda a veinte minutos andando del centro de la ciudad. No tiene nada. Ni agua. Nada es nada. Solo una cama y luz eléctrica a partir de una determinada hora. Algo es algo, y sobre todo, después de verme sin alojamiento en toda la ciudad. Me dirijo a la estación. Nueva sorpresa. Las colas son infinitas. Solo se venden los billetes el día antes y a partir de una hora determinada, así que toca esperar. Me fijo que hay una fila para hombres y otra para mujeres. Llevo unos días por el norte de Mozambique, fundamentalmente musulmán, y no me sorprende. Sólo lamento que la fila de los hombres es mucho más larga. Después de una hora, tengo mi billete para el día siguiente. Entre buscar alojamiento y ahora conseguir el billete para el tren, se me ha pasado casi toda la tarde, pero aún así tengo unas ganas enormes de conocer un poco la ciudad.

Me llama la atención que en Cuamba no hay calles ni carreteras asfaltadas

Ceno temprano en el restaurante donde me facilitaron el alojamiento. Allí pruebo el piri-piri más sabroso que he tomado en todo Mozambique. Pero ya es hora de retirarme. Mañana a las cinco de la mañana sale el tren. Como no, otro día más de madrugar. Esto es África. Y el sol es el que marca el ritmo.

Viaje en tren hacia Nampula. El despertador suena a las cuatro de la madrugada. Poco más tengo que hacer en mi habitación improvisada que levantarme, vestirme, coger la mochila y salir hacia la estación de tren. Una riada de gente camina hacia ella. No se ve nada. Aún es muy de noche. Intuyo gente y más gente. Poca iluminación. Pregunto por mi asiento. Llego con muchas dificultades porque el tren está formado por muchísimos vagones. Pero al final, me acomodo. Por delante me esperan más de doce horas de viaje. En ese tren veré como sale el sol y como se vuelve a poner.

Primer tramo del viaje. Veo salir el sol desde el tren

El tren está completo. Pienso en que me quedan doce horas para llegar. Pero rápidamente disfruto de la experiencia. No sabría calcular la velocidad media, no sé en cuantos pueblos para, no sé cuanto  personas (y animales) iremos allí dentro, pero de nuevo me maravilla la escena. Llegar a una estación es todo un acontecimiento. Puedo imaginar lo que supone para estas aldeas que el tren pase por sus pueblos. Es una oportunidad de negocio. De nuevo, todo se vende y todo se compra.

La llegada del tren a cada pueblo es todo un acontecimiento

Los vendedores recorren todos los vagones en poco tiempo. Todo un espectáculo

Despues de contemplar en días anteriores toda la belleza de Gurué, no puedo estar más agradecido ahora por este viaje... me parece interminable, y ahora pienso... ojalá fuese interminable...

Desde la ventanilla del tren solo contemplo belleza y más belleza

El sol se va poniendo poco a poco. Me doy cuenta que estamos llegando a Nampula. De nuevo, las horas se convierten en minutos. Se va el sol, aparece la luna. Sigo en el tren. Pero por fin, llegamos.

Pronto anochecerá. He pasado todo un día en el tren, recorriendo Mozambique de oeste a este

La entrada a Nampula es caótica. Muchísima gente. Es la capital del norte. Aún así, yo decido solo dormir, ya que al día siguiente tengo pensado ir ya a mi siguiente destino, Ilha de Moçambique. Nampula tiene fama de ser una ciudad peligrosa, ya me habían advertido distintos compañeros de viaje días antes... me dirijo en taxi a mi hotel. El hotel Primavera es un magnífico alojamiento en Nampula: Me encuentro con una habitación impoluta... después de un día entero de viaje, caigo rendido en la cama. Mañana será otro día. Ilha de Moçambique me espera.

Me despido del día pensando en el viaje más maravilloso que haya hecho en tren